Ayer domingo
me pasé toda la mañana zurciendo calcetines.
Y es que los calcetines ¡no se zurcen solos!
A diferencia de las uñas que los rompen ¡que sí crecen solas!
Y no se fija uno en ellas hasta que se lo indican los boquetes que han dejado en los calcetines. Entonces va uno y las corta ¡pero ya es demasiado tarde!
Rara vez va uno a buscar aguja e hilo para reparar inmediatamente el daño cuando lo advierte, sino que enrolla el calcetín para mejor ocasión...Y enrollados no se ve que tienen agujeros, hasta que un día, como ayer domingo por la mañana, se le ocurre a uno investigar a fondo y se encuentra un ejército de calcetines agujereados.
Como carezco de huevo de madera utilizo una naranja ¡que es mejor aún! Porque con ella inequívocamente se advierte el daño con un luminoso redondel anaranjado.
Lo normal es que la naranja entre holgadamente, pero si el calcetín es más bien estrecho parece una boa en el trabajoso trance de engullir una presa demasiado voluminosa.
Total, que localizada la avería la cosa es fácil... ¡coser y cantar!
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