LA CALÓ.
Anda todo el mundo enloquecido
con el calor que hace ¡cuarenta grados otra vez!
Pues yo estoy como loco de
contento. Este mes de julio en Madrid es mi preferido, junto con el de agosto.
Lo que me jode ¡y me jode muchísimo! es el frío y la oscuridad, y los días
cortísimos. Pero esta caló es una bendición.
El calor, como todo en esta vida,
hay que saber lidiarlo. No te vas a poner a caminar por el sol en la estepa
hispánica a las cuatro de la tarde ¡palmas! ¿no vas a palmar? A las cuatro de
la tarde te echas una siesta a la sombra y donde corra aire.
No he oído a nadie que se queje
del frío, pero del calor protesta todo quisque. Bueno ¡pues que proteste! A mí,
si nadie habla de calor, ni lo noto.
La del calor es una cultura, la
de la sauna. Don Manuel Gutiérrez Navas, mi maestro, sevillano él, que después
de 50 años en Madrid no había perdido ni un ápice de su acento hispalense me
contaba la siguiente anécdota. Estaba don Niceto Alcalá Zamora en verano en un
balneario en San Sebastián y llegó a visitarlo un paisano suyo, cordobés, al
que le preguntó que qué tiempo estaba haciendo en Córdoba.
¡Más de cuarenta grados, don
Niceto!
¡La que me estoy perdiendo! le
respondió.
Yo, que soy onubense, he conocido
calores respetables.
He vivido tres años e Ponce,
Puerto Rico (los más felices de mi vida) y allí hacía calor todo el año. Recuerdo
que un día del mes de enero, a eso de la una del medio día, hablando con un
amigo, me distraje y estuve al sol durante media hora ¡y cogí una insolación!
El resto del día me lo pasé en la cama recuperándome.
Pero yo he notado más calor en
Sevilla que el Ponce, donde la gente se iba al cine a las cuatro de la tarde a
dormir la siesta, cuando ya había aire acondicionado en los cines pero aún no en
las casas. Bueno pues unos sevillanos se quejaban el otro día del calor de
Madrid.
¡Pero si vivís en Sevilla!
Pero este calor tan seco abrasa.
Pero es que tenían que haberse
ido al Retiro y ponerse a la sombrita.
De mis tres años borinqueños no
tuve más percances que el referido. Trabajaba en la Universidad Católica que
está cuajadita de árboles. Y yo desde Villa Grillasca, allí al ladito me iba
por la sombra. Y en el campus ¡no había problema con tanto árbol!
Junto al Departamento de Dibujo,
que era el mío, todas las tardes entrenaba un deportista ¡con aquel calor! Y un
día que estaba nublado y corría el aire, el deportista estaba cesante.
¿No entrenas hoy que está
fresquito?
No, hoy no, por eso precisamente.
Porque hay que hacer ejercicio cuando el aire está a la misma temperatura que
el cuerpo, para no ceder energía que se le restaría a la necesaria para el
ejercicio físico.
Vaya, que el tema térmico es muy
subjetivo ¡pero a mí esta caló me encanta!
Este es el mes del agapanto, y
cuando veo florecer estas macetas ¡es que me salgo!
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