UN AGUDO SONIQUETE.
Iba sentado en el tren de cercanías de Fuencarral a
Getafe rumbo a la Carlos III cuando oigo a mi espalda aproximarse muy
rápidamente un sonido como de maraca.
Veo, cuando pasa por mi lado, que
lo produce un joven alto, vestido de gris claro con camiseta sin mangas y
pantalón deportivo.
Lo sorprendente es que no tenía
brazos, ni muñones. Por los huecos que dejan las tirantas de la camiseta se
veían unas limpias suturas, meras líneas correspondientes a las cicatrices. Y
sujeto con la boca llevaba un vaso transparente de plástico, es de suponer que
con monedas dentro, que agitaba produciendo ese agudo ruido de sonaja, repetido
regularmente.
Pobrecillo ¡qué putada! ¿cómo
podrá valerse? Y ¿cómo se embolsa las limosnas? Tendrá que tener un socio, o
alguien que le ayude.
Al día siguiente, por
casualidad, en el primer tomo de los
Ensayos de Montaigne, que traigo entre manos estos días leo lo siguiente:
"Vi ha poco en mi casa a un
hombrecillo, natural de Nantes, que carece de brazos y que se ha acostumbrado
de tal modo a que sus pies le hagan oficio de manos, que casi han olvidado su
menester natural. Llámalos sus manos y con ellos trincha, carga y descarga una
pistola, enhebra una aguja, cose, escribe, se destoca, se despeina, juega a las
cartas y a los dados y baraja con tanta destreza como cualquier otro. El dinero
que le di (pues se gana la vida exhibiéndose), cogiólo con el pie como otro lo
habría cogido con la mano. Siendo niño vi a otro que, carente de manos,
manejaba con el pliegue del cuello una alabarda y un mandoble, arrojándolos al
aire y recogiéndolos, lanzando una daga y haciendo restallar un látigo como un
carretero francés".
Pensé que para que alguien se quede
sin brazos basta con que pierda uno dos veces. Y sin piernas perdiendo una tan
solo dos veces. Y ciego perdiendo un ojos dos veces. Y sordo si pierde un oído
dos veces. Si se pierde tan solo una vez no importa tanto. Lo digo porque yo de
un oído casi no oigo y no me importa mucho.
Y eso pasa porque pertenecemos,
como vertebrados, a la estirpe de los "deuteróstomos". Inicialmente
una clase de gusanos carentes de extremidades y hasta de mandíbula. Fijaos en los
peces que carecen de patas y los más
antiguos ni tenían mandíbulas. Lo llamativo es que animales como las serpientes
no tengan patas ¡porque las han perdido, o han prescindido de ellas! en el
curso evolutivo. Y eso ha ocurrido "recientemente" después de
desaparecidos los dinosaurios.
Si conserva uno las dos piernas
al menos puede caminar, porque somos bípedos. Un cuadrúpedo faltándole alguna
pata ya tiene problema para desplazarse. Entre los mamíferos debemos ser los
únicos bípedos, mientras que las aves son todas bípedas. Las otras dos
extremidades, las alas, las tienen para volar, para desplazarse por el aire.
Aunque algunas no puedan.
Otro cantar es el de los
"protóstomos", que están archidotados. Por ejemplo, los artrópodos tienen
el cuerpo compuesto de una larga sucesión de anillos y cada uno de ellos tiene
cuatro extremidades. Dependiendo de la especie se pierden algunas pero les quedan de sobra,
y varias de ellas modificadas se transforman en mandíbulas. Las moscas tienen ojos
compuestos que son como racimos de ojos simples. Y las vieiras tienen ojos de
estructura parecida a la de los nuestros, pero más de dos, puesto que tienen 60
¡Si se quedan ciegas ya es mala pata!
Tras la contemplación de aquel
joven sin brazos del tren tuve una curiosa visión: Toda la gente con la que me
crucé o vi por la calle, toda la que pude ver en la universidad: chicos,
chicas, hombres, mujeres, gordos, flacos, grandes, pequeños, jóvenes y viejos ¡todos
tenían dos brazos!
2 comentarios:
¡Uf! que cosa más triste.
Supongo que sabes que yo estuve año y medio en silla de ruedas, por un colapso renal agudo que me afectó a las terminaciones nerviosas de los pies y parte de las piernas. Fui a varios neurólogos y todos dijeron que no volvería a andar. También me dijeron que podía haber sido peor, que me podía haber afectado a manos y brazos. Pero yo no me deprimí y decidí que volvería a andar. Ha sido una recuperación lenta pero segura, de hecho ya hasta puedo hacer alguna carrera jugando con mi perra. Pero claro, no parece ser que te puedan crecer los brazos como los rabos de las lagartijas.
Un beso y felices fiestas y suerte con la lotería (la mejor del mundo la de tu familia y amigos)
Ángela
Pues sí, es una cosa muy triste.
No sabía q te había pasado eso ¡menos mal q te recuperaste! Cada una de esas cosas afecta a poca gente, pero son tantas q nadie se va de vacío. A mí, como a todo el mundo, me han pasado algunas cosas verdaderamente espantosas, afortunadamente bien solucionadas las más cercanas.
Un beso y muchas felicidades.
Publicar un comentario