UN MAL AMIGO.
En el curso de las caminatas
matutinas me contaba mi amigo Pedro la siguiente historia.
Un amigo suyo, ya difunto, de
cuyo fallecimiento nunca se llegó a saber la causa, estaba en un hospital postrado
en su lecho de muerte. Preso de los mayores sufrimientos, y desesperado porque
los médicos no atinaban ni con el diagnóstico ni con el remedio. En una de sus
visitas le preguntó:
¿Eres amigo mío?
¡Hombre claro!
¿De verdad eres amigo mío?
¡Hombre, por favor, claro que soy
amigo tuyo!
¿Seguro?
¡Claro!
Bueno. Pues mira en el pantalón,
y busca en uno de los bolsillos la llave de casa, la coges, te vas allí que
tengo una pistola y me la traes.
¡Pero, cómo! ¿Vas a matar al
médico?
No. Es para mí.
* * *
¿Se la llevaste? Le pregunté.
No ¡Cómo se la iba a llevar!
Pues no eres un buen amigo.
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