De don Miguel he leído poco.
Decía José Mari que parecía mentira. Que Don Miguel era contemporáneo de Gauguin, de Van Gogh y de tanta gente así y que ni una línea, ni una sola palabra. Parece como si aquí se viviera en un fanal, apartado del mundanal ruido.
Bueno, de lo poco que de Don Miguel he leído recuerdo una idea luminosa. La de los tres Juanes y lo tres Tomases. Decía que cuando hablan Juan y Tomás hablan seis. Tres Juanes y tres Tomases. El Juan que se cree Tomás, el Juan que se cree Juan y el Juan que se cree Dios. Y con Tomás otros tres en el mismo plan.
Lo de Dios no es, como pudiera parecer, una idea piadosa sino el modo de referirse al plano objetivo. Pero ya lo dijo Nietzsche “Dios ha muerto”. Es decir, la objetividad no existe. Por lo tanto tenemos que apañarnos sin ella ¡Y eso es más duro de lo que parece!
Luego cuando hablan dos tan solo hablan cuatro porque cada uno de ellos son dos: el que es uno para sí mismo y el que es para el otro. Pero, claro, como uno habla con mucha gente hay muchos otros. Y por ello muchos unos ¡Hay una infinidad de Tomases, de Juánes y de todos!
Yo, que curiosamente me llamo Tomás, veo, o intuyo, el efecto que causo en los demás. Y como además soy un artista eso hace que la escala se amplíe notablemente. Porque los hay que se toman eso del arte muy en serio. Y en tal caso una de dos: o me respetan porque soy un auténtico artista, o no me respetan porque piensan que yo no soy artista ni nada. Y a los que eso del arte se la pela puede que me respeten o que no, según les dé. El caso es que para unos soy un cojonudo y para otros un pendejo. Y entre ambos extremos hay grados y siempre habrá alguien que me atribuya alguna de esas calificaciones intermedias. Y eso que me pasa a mí le pasa a todo el mundo ¿no?
Por lo general uno mismo intenta influir en la opinión de los otros para lograr que su entidad mejore. No solo con lo que dice y hace, sino vistiéndose, peinándose, aseándose del modo que le parece más conveniente y así escalar posiciones favorables o salir de las desfavorables.
Total, que tengo la impresión de que Don Miguel ha dado en el clavo plenamente, aunque pasara - o no tuviera ni puta idea- de Gauguin y de Van Gogh.
Decía José Mari que parecía mentira. Que Don Miguel era contemporáneo de Gauguin, de Van Gogh y de tanta gente así y que ni una línea, ni una sola palabra. Parece como si aquí se viviera en un fanal, apartado del mundanal ruido.
Bueno, de lo poco que de Don Miguel he leído recuerdo una idea luminosa. La de los tres Juanes y lo tres Tomases. Decía que cuando hablan Juan y Tomás hablan seis. Tres Juanes y tres Tomases. El Juan que se cree Tomás, el Juan que se cree Juan y el Juan que se cree Dios. Y con Tomás otros tres en el mismo plan.
Lo de Dios no es, como pudiera parecer, una idea piadosa sino el modo de referirse al plano objetivo. Pero ya lo dijo Nietzsche “Dios ha muerto”. Es decir, la objetividad no existe. Por lo tanto tenemos que apañarnos sin ella ¡Y eso es más duro de lo que parece!
Luego cuando hablan dos tan solo hablan cuatro porque cada uno de ellos son dos: el que es uno para sí mismo y el que es para el otro. Pero, claro, como uno habla con mucha gente hay muchos otros. Y por ello muchos unos ¡Hay una infinidad de Tomases, de Juánes y de todos!
Yo, que curiosamente me llamo Tomás, veo, o intuyo, el efecto que causo en los demás. Y como además soy un artista eso hace que la escala se amplíe notablemente. Porque los hay que se toman eso del arte muy en serio. Y en tal caso una de dos: o me respetan porque soy un auténtico artista, o no me respetan porque piensan que yo no soy artista ni nada. Y a los que eso del arte se la pela puede que me respeten o que no, según les dé. El caso es que para unos soy un cojonudo y para otros un pendejo. Y entre ambos extremos hay grados y siempre habrá alguien que me atribuya alguna de esas calificaciones intermedias. Y eso que me pasa a mí le pasa a todo el mundo ¿no?
Por lo general uno mismo intenta influir en la opinión de los otros para lograr que su entidad mejore. No solo con lo que dice y hace, sino vistiéndose, peinándose, aseándose del modo que le parece más conveniente y así escalar posiciones favorables o salir de las desfavorables.
Total, que tengo la impresión de que Don Miguel ha dado en el clavo plenamente, aunque pasara - o no tuviera ni puta idea- de Gauguin y de Van Gogh.
No hay comentarios:
Publicar un comentario