Este post nº 107 del Salterio se lo dedico a Carmen y a Manolo, que son seguidores de este blog. NIVELES.
La democracia está Q. T-K-GAS¡Pero hay niveles!
Que T puede gustar
O que T puede molestar
¡Pero hay niveles!
Y T pongas, como T pongas
¡Hay niveles!
Y cada uno, con los de su nivel, está en su nivel.
No es que no se pueda hablar, ni tener relación con los de otros niveles.
Se puede.
O creer que estás en el nivel que no estás.
O llegar a pensar que no hay niveles.
¡Pero hay niveles!
Y se puede estar en contra o a favor de que haya niveles.
Pero eso da lo mismo.
Como se puede estar en contra o a favor de que haya nubes. Pero si no es hoy y aquí, habrá nubes otro día, u hoy mismo en otro sitio.
Los NIVELES no son CASTAS. Pero, pero…
Las castas están cerradas y los niveles abiertos. Pero la naturaleza de los trabajos a los que se puede acceder, las retribuciones, los modos de vivir, son los característicos de cada nivel y de cada casta.
Y ¿qué se puede hacer con los niveles?
¿Destruirlos, en post del igualitarismo universal?
¡Imposible!
¿Ignorarlos?
¡Es inútil!
¿Y entonces qué?
Se puedes intentar escalar un nivel superior. O no, porque se esté a gusto en el propio. O cuidar de no caer en uno inferior. O bajar queriendo, porque en el que se está resulta insufrible.
Pero siempre habrá niveles por encima y por debajo del propio.
Otra cosa que se puede hacer es no hacerles mucho caso.
Conviene preocuparse más de la gente que de los niveles, ya que la gente, como los niveles, no es igual, es muy distinta.
La gente, como los niveles, es de muy diversa calidad. Hay gente cojonuda y gente penosa.
Pero es que –afortunadamente- gente y niveles, verdaderamente, no se corresponden. Ya que los mejores niveles no están poblados por la mejor gente, ni los peores con la peor, ni los intermedios con la intermedia. Sino que en los mejores niveles te los puedes encontrar de lo más pendejo. Y en los niveles ínfimos gente excelente. Y buena en niveles buenos y mala en niveles malos.
Total que hay que hacer poco caso de los niveles y mucho a la gente. Porque tiene uno que saber con quien se juega los cuartos. Relajarse más bien poco y estar al loro.
¡Por si las moscas!
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