REALISMO VERSUS
REALIDAD.
Me acabo de leer
"El día de la independencia" de Richard Ford. Antes había leído
"El periodista deportivo" y anteriormente "Acción de
Gracias". O sea que esta trilogía la habré leído en sentido cronológico
inverso a como fuera escrita.
La verdad es que me encanta ese
estilo. Esta última es la que me ha parecido más verde, menos
madura y peor trabada que las otras. Me dijo una de mis hijas que había oído, o
leído, que este autor dice algo así como que no cultiva el realismo sino la
realidad misma. No obstante creo haber leído en El País recientemente que Ford
reclama el mérito de ser imaginativo y no mero cronista. O sea que por más real
que pretenda ser inventa sus historias.
Y eso es lo que más me llama la
atención: el ser tan realistas unas historias inventadas. A lo mejor es que va
zurciendo retazos de la realidad y componiendo algo que parece un calco de la
realidad cuando verdaderamente es una pura invención.
Sus relatos son como los "3D"
que se usan en arquitectura. O sea composiciones de dibujos y fotos que parecen
de verdad. Como esos anuncios en prensa de bloques de viviendas que se ven con
árboles, praderas, vecinos paseando o chapoteando en la piscina, cuando el
solar está aún sin construir. A veces se puede ver clavado en un yermo solar el
mural que representa el solar construido y urbanizado.
En esos "3D" lo
verdaderamente importante para dar sensación de realidad son los "detalles
insignificantes", que paradójicamente otorgan significación y sobre todo realismo a un mensaje que es mentira. Que aún es mentira. Y cuando
sea verdad habrá aparecido la foto antes que lo fotografiado.
Esos detalles insignificantes son
pequeñas sombras o luces que se escurren entre los muebles, debajo de las mesas,
las habitaciones iluminadas irregularmente por los puntos de luz, pero que no
suele reparar uno en ellas. Visiones que parecen pasar desapercibida cuando no
es así, puesto que se perciben perfectamente, aunque en el plano inconsciente.
De modo que si no están ¡saltan las alarmas! ¡Me están dando gato por liebre!
Pero basándose en esto los
taimados marquetineros adoba sus mentiras con minúsculos detalles semejantes a
los verdaderos, que no son tales, pero como son veraces, nos la cuela y ni nos
enteramos.
¿Cómo es posible? Porque la
memoria pertenece al ámbito de la fantasía. Porque verdaderamente lo que ha pasado
ya no pasa, ya no está, ya no es. Y lo suyo sería que se borrara absolutamente.
De modo que nunca recordáramos nada. Pero, por otra parte, sería un engorro.
En su defecto lo que deberíamos
creer a pies juntilla es que todo lo recordado del pasado es fantasía, es
ficción, porque ya no es. Es fruto de nuestra mente, porque los recuerdo no son
en absoluto la cosa recordada, y los vamos, inconscientemente, modificando con
el tiempo. Que la historia no es tal, que es fantasía. Puede ser el retrato de
una realidad que ya no es real, porque ya no existe. El retrato puede
permanecer pero lo retratado ya no existe. Uno puede recordar con todo detalle
una casa que ha desaparecido. Puedo recordar perfectamente la casa donde nací
¡pero esa casa ya no existe, porque la derribaron y en su lugar construyeron
otra distinta!
Pero no es eso lo que se cree,
sino que la historia es verdadera, que lo pasado se conserva eternamente.
Pues tan verdaderas y tan mentirosas
son las historias de Ford como la urdidas por los historiadores. Porque unas y
otras son fruto de la imaginación. Y si me apuran son menos mentirosas las de
Ford porque no pretende engañar a nadie. Los otros pretenden desenterrar y desempolvar la
realidad que ha ocultado el tiempo mostrandola resplandeciente ¡Menudo
morro!
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