TUTORES.
El tema de los tutores discurre
por los mismos carriles que el de los epígonos.
Uno es uno mismo, con su
libertad. Pero esta resulta a veces demasiado pesada y se recurre a cirineos.
Es decir, a tutores. Y estos, so pretexto de ayudar, se emplean con el asta de
la cruz como caña de un timón, dirigiéndole a uno por donde ellos quieren, que
suele ser lo más conveniente a ellos mismos, no para el asistido.
Un mediador de un seguro, por
ejemplo, tendría que buscar la póliza más conveniente para el cliente. Pues no,
busca la más conveniente para él mismo. Hace unos días me llaman de un banco
para decirme: ¡soy su agente! Pues no. Es agente del banco. Yo, en todo caso,
soy la víctima propiciatoria.
Discutía yo con mi amiga Maribel
porque ella ponderaba el valor de los guías de los museos y yo lo negaba
rotundamente. Las obras de arte están allí para que las veas y te gusten, las
admires, te emocionen o lo que sea ¡pero nadie tiene radiarte el partido que
estás viendo! Yo prácticamente nunca voy al fútbol, y un día que fui me
sorprendió que algunos estaban con la radio escuchando el partido que estaban
viendo. Que radien en la radio un partido cuando se está en casa ¡vale! Pero en el propio campo donde discurre el partido no hace falta, ni en la tele tampoco. Y el comentarista ¡aún menos!
¿Por qué ocurren tales cosas?
Porque uno no está preparado... ¡pues a prepararse! Con tiempo, no en el momento.
Es deprimente ver las piaras de turistas siguiendo al guía con su banderita o
su paraguas alzado para que no se descarríe el ganado. Los viajes hay que
prepararlos con tiempo, saber cuáles son las líneas generales de lo que se
quiere ver. Y lo que se encuentra uno siempre es mejor que lo que se imaginaba.
Si no, se queda uno en casita que es más cómodo y más barato. Si oye uno lo que
declaman los guías se le caen los palos del sombrajo.
Desde luego todos los guías,
tutores turísticos, no son malos. En Grecia tuvimos una que era excelente. Pero,
ya digo, si uno se prepara debidamente puede prescindir de los guías y de otros
tutores, y de los prologuistas, glosadores y biógrafos. Se encara uno al
fenómeno que se quiera conocer guiándose uno por sí mismo ¡que es lo mejor! Por
ejemplo, ante un plato de gambas o de cigalas fresquitas y maravillosas es una
tontería seguir las prédicas de un guía que nos instruya acerca de que se trata
de artrópodos marinos dotados de cefalotorax y abdomen, con patas y antenas,
respiración branquial, que tienen tras ser cocinados un sabor
característico...¡no hacen falta ni el guía ni sus instrucciones! Lo que hace
falta es comerse uno el marisco en cuestión y dejarse de más rollos.
Tutores reconocidos son los
críticos de cine, de literatura, de arte, de gastronomía, etc. y uno se deja
guiar por ellos. Lo cual es peligroso ya que no siempre dicen lo que ocurre,
sino que ocurre lo que ellos dicen. Y claro ¡aciertan siempre! Y la gente les
sigue como corderitos sin apercibirse del timo.
No digo que todos los tutores
sean unos farsantes ni niego que haya casos en los que sea conveniente la ayuda
de un tutor ¡pero ojo! Que siempre existe el peligro de que un tutor sea un
traidor.
Y en cualquier caso siempre será mejor guiarse uno por sus propios criterios.
Y en cualquier caso siempre será mejor guiarse uno por sus propios criterios.
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