LAS ISLAS HUMANAS.
Cuando voy en metro y observo a
los otros pasajeros me suele asaltar la idea de que son islas.
Universos de diversas edades,
sexos y etnias, y totalmente inaccesibles. De lo que infiero que a mí me pasa
igual que a ellos, que también soy una isla. Pero a diferencia de ellos yo soy
para mí mismo accesible. Tampoco totalmente, no nos engañemos, porque cada uno
estamos poblados por fantasmas, que no presentan sus verdaderos rostros.
Yo no puedo ser ninguno de los
que veo en el metro, ni ellos yo, ni nadie puedes ser distinto de sí mismo. Puedo hacer
inferencias, aunque sujetas a múltiples errores.
En cierto modo cada persona está
compuesta de dos partes. El cuerpo y el alma. Parece que esta es una idea
cristiana, pero no es cierto, es una idea pagana adoptada por el cristianismo.
El alma es un yo invisible, inmaterial e intangible que anima al cuerpo, que es
perfectamente perceptible.
El alma pilota al cuerpo, que es
como su vehículo. El cuerpo, como las plumas estilográficas, no se presta. Y ningún
alma puede salir de su cuerpo y meterse
en otro, desplazando al habitante habitual. Con lo que no se puede experimentar
ser de otra edad, de otro sexo y de otro sitio. Y ¡menos mal! porque existen almas
perversa que moran en caducos cuerpos que despojarían de su cuerpo sano a gente
inocente, y se apropiarían de él, como hacen con hijos robados y cosas por el
estilo.
Aunque las alma no puedan salir
de su cuerpo pueden modificarlo por diversos procedimientos: con postizos, maquillajes,
estirados de la piel, depilaciones, implantaciones de prótesis, cambios de sexo,
etc. etc. Pero muchas de esas
modificaciones no pasan de ser meramente aparenciales, aunque sean
quirúrgicas y muy costosas en sufrimiento y en dinero.
Y desde luego cada uno se puede
vestir a su gusto y montarse en el vehículo de sus sueños, siempre que tenga
pasta para ello.
Hay quien simula tener más pasta
de la que tiene ¡pero eso es jodido! Mientras que simular tener menos es más
fácil. Como un joven millonatis que conozco y al que vi el otro día con unos
raidos vaquerillos. Pero le delataba el rolex multiesférico que lucía en su
muñeca.
A mí lo que me pasa es que no
acabo de poder explorar completamente este jodido ego propio. Por eso ¡para qué
me voy a meter en más dibujos!
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