EL TIEMPO PERFECTO.
Estamos disfrutando de un tiempo perfecto. Lo noto por el óptimo atuendo que llevo: gayumbos, pantalones (largos o cortos), camisa o polo por fuera, sandalias para la calle y chanclas en casa.
Además ni siquiera está haciendo mucho calor. A mí el calor no me molesta, más bien me gusta. Refugiarme en la sombra de los ardores del sol. Incluso disfruto, si es solo un rato, del achicharramiento que produce el sol cuando cae a plomo (fundido) desde lo más alto, sin dejar apenas sombra. Oigo a la gente quejarse exasperada del calor ¡nunca oigo a nadie quejarse del frío! ¡Qué bichos de sangre fría! Pero, verdaderamente, no me molestan sus lamentos porque me hacen recordar que estamos en la estación de la felicidad.
Lo único malo que tiene el verano es que presagia el invierno. Así como lo único bueno que tiene el invierno es que presagia el verano. Yo viví, del 70 al 73, los mejores años de mi vida, en Puerto Rico. En un ininterrumpido verano ¡qué felicidad! Dicen nuestros gélidos paisanos que echarían de menos el frío invernal ¡pues yo no! y que si aplatana a la gente ¡qué bobada!
Madrid es una sucesión de Madriles distintos ¡y todos duros! O casi todos. Un Madrid veraniego reseco y ardiente y un Madrid invernal gélido y húmedo con musgos persistentes que en verano se hacen el muerto y luego resucitan.
El que entre dos veranos haya un invierno, con sus terribles heladas, impide que algunas plantas persistan, como la buganvilla, lo que constituye un crudo e insoluble problema, porque nuestra casi isla (península) tapón del Mediterráneo, es como un albaricoque: dulce en la periferia y duro en el centro.
Dicen que no hay ni un Madrid primaveral ni un Madrid otoñal. Pero no es cierto, porque, lo primero, en esas estaciones simplemente se suceden e intercalan días veraniegos y días invernales. Y lo segundo es que la primavera como el otoño tienen sus perfiles particulares y son muy bellos. La primavera, además, está llena de esperanza porque anuncia el verano, y el otoño tan bellamente dorado y tostado tiene un punto de angustia porque viene el invierno. Por eso han colocado en esta estación el día de los muertos.
Todos los años son parecidos, pero no hay dos iguales. Les decía yo a mis alumnos, cuando los tenía, que lo que había delante para dibujar deberían mirarlo con atención porque era algo que nunca habían visto antes y nunca verían después. Les podría parecer lo mismo, pero no es así. Porque, la misma palabra lo dice, parecer no es ser, es parecer. Este verano, por ejemplo, apenas si hay avispas. A lo mejor es que el año pasado convivíamos con un avispero que no habíamos visto ¡no sé! Tampoco han florecido los agapantos azules, tan solo los blancos.
Pero, en cambio, nunca habíamos tenido tomates como los de este año. Anteriormente salían pocos y con unas manchas horrorosas, pero este año salen muchos y espléndidos. Calabacines siempre, pero las calabazas, que suelen ser remisas, este año se están portando.
Aun queda verano por delante. Aunque, fatalmente, se terminará ¡pero que me quiten lo que estoy bailando!
3 comentarios:
Acabo de ponerme el forro polar que no me quito desde que lo compré al llegar a este país, en el que NO EXISTE es calor y mientras me lo ponía soniaba con vivir en el caribe, sintiendo SIEMPRE el calor!!!
Es increíble como lo apaga todo el frío, ..., no deja lugar a nada, todos se retiran, las calles se vacían. Las fiestas se cancelan y la gente se enferma.
Quiero calor! Ropa ligera y sandalias!
¡Claro q lo bueno es el calor, ropa ligera y sandalias!
Pero dónde estás q en julio tienes q ir cargado con el forro polar?
Tinitius ¡q no te conocí! Me ha dicho Ani q eres Martina ¡pues vente unos días con tu niño a tostaros en Fuencarral y por la noche hacemos un cine de verano ¡tenemos sitio para vosotros!
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