Este post, que comienza con este dibujo del Salterio, se lo dedico a Pedro, que lo bautizan mañana. Y recuerdo como si fuera ayer cuando bautizaron a Ávaro, que es su padre. A quien también se lo dedico y a María que es su madre. CON EL CENTRO DE GRAVADAD BAJO.
Hay gente alta que por ello tiene alto el centro de gravedad, lo que resulta paradigmático para gente más baja que calza plataformas y hasta se encarama en zancos para elevar su estatura. Y de ese modo puede codearse con la gente que es verdaderamente alta. Lo malo es que codeándose uno de esa manera puede recibir -casual o intencionadamente- un codazo, perder el equilibrio y caer de bruces.
Mientras que si se tiende a bajar el centro de gravedad se gana en estabilidad. Y ya le pueden dar a uno patadas que ni se entera. Y no solo eso, además el que cocea puede salir cojeando y viendo las estrellas.
Lo de codearse con la crem tiene tirón. Parece como si se viera uno a sí mismo mucho mejor. Es que eso de peer en botija mola.
Pero a veces le molesta a uno su mala sombra. Cómo es objeto de injustos agravios comparativos…”y ese gilipollas con lo tonto que es y lo que manda” o “ese que es peor que yo está en mejor posición que la mía ¡qué injusticia!”
Suele molestar que alguien que esté en una posición superior se vea claramente que es inferior ¡Pues menos mal! digo yo. Lo jodido sería que siempre que alguien estuviera en una posición superior a la propia, fuera debido a que es superior absolutamente. Es mejor que esté clarísimo que tal correlación no es necesaria ¡Menos mal que existe la posibilidad de que el jefe sea peor que uno! Y cuando uno ve un jefe gilipollas se evidencia que la teoría liberadora es cierta.
Hay un jodido clasismo que lo tenemos metido en los huesos. Los iguales parecen una mierda, y en el fondo uno mismo también. Y uno está empeñado en ser mejor de lo que parece, o en parecer mejor de lo que es. Y todavía cuando la víctima del clasismo propio es otro la cosa tiene un pase. Pero cuando es uno mismo…es de juzgado de guardia.
Solemos perder el culo por lo distinguido y estamos ciegos a los encantos de lo corriente ¡que gran error! Me diréis ¡qué demagogo! Y es verdad soy un demagogo insufrible.
Pero es mucho mejor ser demagogo qué desclasado. Ahora... que quien lo fuera en el pecado llevaría la penitencia. De todos modos “odia el delito y compadece al delincuente” no vaya a ser que quien delinca sea uno mismo.
2 comentarios:
Dime de quien presumes y te diré de lo que careces.
Los grandes más grandes siempre fueron ajenos al hecho de que lo eran. Y es eso, que actuaban como gente corriente, lo que les sitúo al otro lado de la línea, en el territorio grandeza.
Arrejuntarse con la crem es un ansia común de los mortales. De todos. Pero solo sirve en el formato "para un rato". Para el resto de los ratos, los más, casi todo el mundo prefiere la mundanal imperfección. La que nos hace sentirnos cómodos de punta en blanco, con rulos en la cabeza o en medio de un traspiés provocado por un atentado fortuito a nuestro centro de gravedad.
Al final, las grandes verdades de la vida son habas contadas y repetidas. Pero eso no las convierte en demagogia.
De acuerdo totalmente Elena. Aquí subyace el mito calderoniano del Gran Teatro del Mundo. Que sorprendentemente apanas si se tiene en cuenta. Yo sólo recuerdo verlo citado por una autoridad una sóla vez en primer plano. Y he olvidado quén era, me parece recordar que era un húngaro.
El problema está en que como dicho teatro ocupa todo el mundo siempre se está en escena representando a alguien y asistiendo a las actuaciones de los demás actores. Aunque esté uno en pijama y en zapatillas. Nunca uno es estrictamente uno mismo ¡siempre está representando a alguien que es otro! Y como los papeles más importantes son muy pesados y después de todo no son más que papeles da pereza. Aunque es raro que puedas pillar papeles así y si los pillas tienden a arrebatártelo. Y en cualquier caso siempre hay alguien dispuestoa desempeñarlo con gran determinación.
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