EN DEFENSA DE LO
VULGAR Y EN CONTRA DE LO LUJOSO.
Si hay algo feo, sordamente feo,
eso es el lujo.
Lo recordé cuando vi en la tele
un reportaje de horteras en Formentera, que bebían champán a todas horas, es
decir a deshora. Con yates para aburrir. Con unos jóvenes despeluchados con mimada barba de varios días. Pelos que
parecían descoloridos por el mismo sol que paradójicamente les colorea la piel.
Y cortados todos por las mismas tijeras, en un despliegue abrumador de signos
del lujo.
Está muy generalizada la adoración
del lujo. Entre los poderosos y entre los que no tienen donde caerse muertos.
Entre la derecha, y entre la izquierda, si no a que viene ese perder el culo
por las "estrellas michelín".
Alguna vez he ido a fisgar a
Puerto Banús, aterronado de yates lujosos, lujosísimos o increíbles. Y en
tierra el despliegue automovilístico más tremendo de Porches, Maseratis, Jaguars
y de todo, aparcados como amontonados o pasando con dificultad por aquellas
callejuelas. También hay, a patadas, joyerías y tiendas de ropa y complementos de
las marcas más caras.
Todo eso me deja frío. Me parece
un fracaso, porque el efecto que me produce es el contrario del esperado. Es de
tedio y de fealdad.
Lo primero de todo es que a los
ricos, a los verdaderamente ricos, no se les ve. Viven en sus mansiones en las
que no se puede entrar. Lo que se puede ver son mindunguis disfrazados de ricos
y eso es penoso.
Alguna vez he visto a ricos de
verdad. Que me consta que lo son porque alguien de confianza me lo ha asegurado,
no porque se les note a simple vista, porque parecen pijos y muchos pijos no
son ricos. Tales ricos son como todos. O sea que para ese viaje no se necesitan
alforjas.
El lujo no es más que una
imitación del feng sui ¡Y ese sí que tiene encanto!
El feng sui es la óptima disposición
de las cosas, la perfecta proporcionalidad.
El feng sui, como el cariño
verdadero, ni se compra ni se vende, porque lo tiene que hacer uno mismo. Y
como dijo esa lúcida marquesa cordobesa, a la que me he referido más de una vez
en este blog, la verdadera elegancia no es, como cree la gente, que las cosas
estén limpias y relucientes, sino a media mierda. Si hay algo incompatible con
el feng sui e indispensable en el lujo es la ostentación.
Los despliegues de
"diseño" me echan para atrás por ostentosos. Aunque cada cosa esté
muy lograda el conjunto me resulta desolador.
La estética lujosa no me gusta,
pero tampoco la cutre. Ambas tienen su atractivo, pero en pequeñas dosis,
porque en abundancia ambas me resultan aburridas. Lo que más me gusta es lo talentoso, que puede ser
corriente, vulgar, y hasta ordinario. El Barrio de Salamanca lo veo medio muerto, surcado por gente paseando sus modelitos y aprovisionándose de otros nuevos,
mientras que el Barrio de la Concepción, por ejemplo, lo veo vivísimo lleno de gente que vive su vida.
Lo único de particular que tiene
lo extraordinario es que ocurre pocas veces. Pero si es lo de todos los días
deja de ser extraordinario. Sino ordinario y carísimo. O sea hortera.
2 comentarios:
Me has cogido Tomás, voy a hacer un crucero por el Mediteráneo (sur de Italia, Roma..)
Lo organiza una revista básicamente femenina (cultural) de la que soy socia, por lo que es muy posible que sea un barco con mayoría de mujeres. La convocatoria dice que el barco es de lujo. Cuando lo cuento, hay quien dice que es estupendo y quien dice que es una orterada. Pero es que a mí me encantan los hoteles y esto de llevarlo puesto me agrada sobremanera.
Beso, Ángela
¡q nivelón colega!
Eso sí q es un lujazo. Aunq poco entreverado se perfila ¿no?
Bss.
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