CONDENADOS A PICOTEAR POR LA VIDA.
Unos de los sitios que me parecen
más impresionantes de este mundo es Chicago. Del que nunca he hablado en este
blog, cosa que me extraña. Tampoco lo voy a hacer ahora aunque de lo que os voy
a hablar a continuación lo presencié en Chicago. No obstante no me parece que
en nada resultara tal ciudad determinante del caso.
El caso es que estábamos
desayunando en la barra de un concurrido bar. Me llamó la atención que un operario estaba trabajando sobre la
línea telefónica del establecimiento con una especie de enorme pistolera de
cuero al cinto con la mayor cantidad de destornilladores, o atornilladores,
alicates y otras variadas herramientas que haya visto en mi vida.
Tampoco el "chispa"
viene al caso. Ni las jarrita esférica de cristal para el café con la que te
servían tantas veces como quisieras, pagando tan solo una. Ni los donuts
genuinos americanos. Tan genuinos como todo lo que había dentro y fuera de aquel
café, cafetería, bar o lo que fuera. Porque en esa ciudad, como en NY, como en
cualquier lugar al que vaya uno de turista, se aprovecha todo, todos los
minutos y todos los segundos. Suelo ir con los ojos abiertos como platos,
tratando de no perderme nada, porque todo constituye un inusitado espectáculo.
Lo que me llamó la atención es
que había un tío, en una prolongación lateral de la barra, creo recordar, con
unas tijeras recortando con fruición cosas de un periódico. Le debía interesar
todo, porque no paraba de recortar.
Lo dice alguien suscrito al País,
pero hay días que ni lo abro. Mi chica sí que se lo lee. A veces, al cabo de
los meses encuentro algo interesante en una hoja perdida, Y me digo ¡pues podía
mirarlo un poco cada día! ¡Pues no!
Pero al de la cafetería de
Chicago no le pasaba eso. Parece que le angustiara perderse u olvidar algo. Y
es lógico, porque un número de un periódico debe costar un huevo hacerlo. Un
montón de gente currando y perdiendo las pestañas para procesar tan ingente
cantidad de noticias, de datos, de información, que ni el más atento lector conseguiría aprehender todo lo que trae un periódico. Tendría uno que estar sin hacer otra cosa en todo el
día y ni aún así. Y tendría además que guardarlo porque la flaca memoria no
basta. Y en tal caso caería en el Síndrome de Diógenes, porque viviría como una rata rodeado de montañas de periódicos.
Yo lo miraba y me decía: Pues
este no va a poder resistir el tirar lo que le sobre. Y estuve allí fichándole,
sin perder ojo, hasta que vi que había terminado. Y pensé: lo tirará ahora.
Pues no recuerdo si acabó
tirándolo. Lo que recuerdo es que nos ofreció generosamente los restos de aquel
periódico por si nosotros querríamos aprovechar algo de lo mucho que aún había quedado.
4 comentarios:
Pero lo tuyo es mejor que lo del tío del café porque parece que tú vas recortando y coleccionando trozos de la realidad: El tío recortando trozos del periódico se ha quedado como un recorte más en tu cabeza.
¡Buenísimo, Saltes! ^^
¡Muchas gracias Ana! Me paso la vida recortándolo todo...
...Pues aunque no te lo creas, hubo una época en la que era incapaz de tirar el periódico porque no había leido artículos que me interesaban. Los acumulaba debajo de la mesa del salón (casi cien) hasta que una amiga me propuso recortarlos y tirar el resto. Me ayudó y pasé varias tardes haciéndolo. Conseguí tirar los periódicos, pero llené una carpeta de recortes. Nunca los leí, andará la carpeta por el trastero. Beso, Ángela
Te comprendo. A nosotros se nos forman montañas. Bss.
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