Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

domingo, 27 de febrero de 2011

Living theatre.




ARCO


Este año también pude ver Arco. El domingo, el último día. Con lo que se prueba una vez más que la providencia cuida de los pajarillos. Aunque las invitaciones, que me las dio Elenita, las pillé muy tarde, el sábado. Yo es que si no es gratis no voy, porque tendría la desoladora sensación de pagar por echar un polvo.

Además, como se que se infla el precio para que no vayan los incómodos mirones, porque aquellos mercaderes de ese laico templo no quieren que vayan a rezar, sino a comprar, y yo soy mirón. Yo no compro cuadros, porque tengo muchos míos sin vender todavía…

Total que fuimos mi chica y yo, y todo estaba más o menos como siempre, aunque sin moqueta, con menos pasillos que otras veces y algo distinto de la última vez, pero eso pasa siempre. Con más cuadros, menos fotos, menos instalaciones y menos cosas destinadas a escandalizar-divirtiendo a la basca.

Después de cinco horitas nos retiramos ¡reventados!

Pero lo más curioso que vi no fueron los cuadros, ni las esculturas, sino que me veo a un tipo con vaquerillos raídos pero limpísimos y chupa de cuero.

Tenía un aire jovial… ¡Esa cara me suena! ¡¡¡Este va a ser el embajador de gringolandia!!!

Vamos a comprobar: Lo primero las gafas que han de tener los cristales totalmente redondos, la montura como una bicicleta, negra a lo Valle Inclán, pero en plan moderno ¡No! no llevaba esa clase de gafas sino unas de aspecto más corriente, con los cristales más ovalados ¡Que no cunda el desconcierto porque no se trata de una prueba concluyente!

La señora, a la que no pude ver ni de frente ni de perfil, no constituía una pista porque su imagen me es totalmente desconocida.

¡Los gorilas! ¡¡Tiene que llevar gorilas!! Y allí estaban ¡¡¡Joder que si estaban!!!

La señora iba normal, a lo suyo, fuera de ese carnaval. Mientras que el embajador, en ropa de camuflaje, iba como flotando.

Me parecía que el embajador, seguro en su disfraz iría pensando ¡no se están dando ni cuenta! Y se iba interesando por el panorama de aquellas paredes y de aquellos chiringos.

Los dos gorilas iban detrás como por mera coincidencia. Uno de ellos iba normal y no le cantaba el personaje, pero me pareció que el otro sobreactuaba, grandullón, algo regordete también parecía flotar como su jefe, mirando feliz a diestro y siniestro. Me daba la impresión de que estaría pensando que en aquel “servicio” no estaría corriendo el menor riesgo. Pero se le notaba que estaba como una cabra en un garaje. No miraba con la curiosidad ni con la destreza debidas.

Eso si que era un performance de lo más apropiado para aquel sitio. Pero, como es sabido, para disfrutar de una experiencia artística han de cumplirse dos condiciones: una que se presente la ocasión y que la otra que se sepa aprovechar. Y ambas condiciones se dieron perfectamente.

Enseguida los perdimos, enfrascados como estábamos en no perdernos nada y en no darles muchos palos a las mismas burras.




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