Hace algunos miles de años, estudié yo durante un curso en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona.
Estaba la escuela en un mínimo ensanchamiento de la calle Aviñó, llamado Plaza de la Verónica. Ese edificio, demasiado grande para el lugar que ocupa, antes fué Bolsín de Barcelona, por lo que su angosta puerta está guarnecida por dos esculturas, una de Mercurio, que como es sabido es el dios del comercio, y la otra, creo, es una alegórica de la industria.
Hoy ese edificio alberga una Escuela de Artes y Oficios, ya que la de Bellas Artes, transformada en Facultad, se trasladó a la Ciudad Universitaria, abandonando un lugar con mucha magia artística como es la calle Aviñó.
Porque es sabido que se considera que el arte torció su rumbo con un cuadro emblemático: “Les demoiselles d´ Avignon” precursor del cubismo. El título del cuadro parece indicar que se trata de unas señoritas de la ciudad francesa que vino a sustituir al Vaticano en el siglo XIV con el Cisma de Occidente.
Pero no. No se trata de damas gabachas, sino del retrato colectivo del elenco de un putódromo de la calle Aviñó, donde –es de suponer- acudiera perentoriamente el genio ibérico a aliviar sus ardores. La urgencia la deduzco de la proximidad de los lugares de estudio y de ocio, situados en la misma calle. Aunque reconozco que tales inferencias puedan ser indebidas.
Todo en esa escuela estaba comprimido, como lo están los gratísimos recuerdos que de ella conservo que se van sublimando –evaporando- con los años. Allí vi alguna vez a Don Federico Marés, que no fue profesor mío, porque lo era de escultura de algún curso superior y yo estudiaba primero, llamado Preparatorio.
Lo recuerdo adusto, con ese gesto característico del genio enfrentado al mundo. Escultor de talento muy reconocido, desde muy joven fue coleccionista de obras de arte y objetos artísticos hoy reunidos en el Museo Marés de Barcelona. Durante la Guerra Civil trabajó para el Ayuntamiento de Barcelona en la recuperación de obras de arte dañadas por efecto de la guerra. Y a este capítulo corresponde la historia que en la escuela me contaron y que transmito lo mejor que puedo.
Porque es sabido que se considera que el arte torció su rumbo con un cuadro emblemático: “Les demoiselles d´ Avignon” precursor del cubismo. El título del cuadro parece indicar que se trata de unas señoritas de la ciudad francesa que vino a sustituir al Vaticano en el siglo XIV con el Cisma de Occidente.
Pero no. No se trata de damas gabachas, sino del retrato colectivo del elenco de un putódromo de la calle Aviñó, donde –es de suponer- acudiera perentoriamente el genio ibérico a aliviar sus ardores. La urgencia la deduzco de la proximidad de los lugares de estudio y de ocio, situados en la misma calle. Aunque reconozco que tales inferencias puedan ser indebidas.
Todo en esa escuela estaba comprimido, como lo están los gratísimos recuerdos que de ella conservo que se van sublimando –evaporando- con los años. Allí vi alguna vez a Don Federico Marés, que no fue profesor mío, porque lo era de escultura de algún curso superior y yo estudiaba primero, llamado Preparatorio.
Lo recuerdo adusto, con ese gesto característico del genio enfrentado al mundo. Escultor de talento muy reconocido, desde muy joven fue coleccionista de obras de arte y objetos artísticos hoy reunidos en el Museo Marés de Barcelona. Durante la Guerra Civil trabajó para el Ayuntamiento de Barcelona en la recuperación de obras de arte dañadas por efecto de la guerra. Y a este capítulo corresponde la historia que en la escuela me contaron y que transmito lo mejor que puedo.
Llegó providencialmente Don Federico al Palacio de la Generalitát cuando varios milicianos echaban el bofe tratado de mover una pesada escultura de piedra.
¿Qué estáis haciendo?
Vamos a tirar a esta santa por el balcón.
¡Pero si es Lucrecia!
¡Y qué?
¿Cómo que “y qué”? ¿No sabéis que Lucrecia simboliza el triunfo de la república sobre la monarquía? Y que pidió venganza por el ultraje recibido por el hijo de Tarquino el Soberbio, rey de Roma. Y que antes de vivir ultrajada por la monarquía prefirió suicidarse clavándose un puñal en el pecho, que es lo que precisamente está representado en esta escultura. Y que debido a su protesta cayó la monarquía y terminó por imponerse la república.
¡No sabíamos nada! Creíamos que era una santa.
Tras este diálogo sale Don Federico de escena y entra un jefe de los milicianos.
Pero ¿es que aún no habéis tirado a esa santa por el balcón?
¡Pero que bestia eres, coño! ¿Es que no sabes que es Santa Lucrecia, Patrona de la República?
4 comentarios:
Hola Saltes! estoy pasando una semana en un pueblito de Palencia de esos ecológicos, sostenibles,palabras varias asociadas y por supuesto republicano con una marcada tendencia a lanzar a lucrecia por el balcón. Aquí estoy en la gloria pero después de varias conversaciones a vueltas con el capital te quedas exausto y un poco culpable por no creertelo todo. la historia que cuentas le quita bastante hierro al asunto.
Hola Edu! Me alegra saber q T lo pasas bien.
Es muy sano tomar D vez en cuando 1 baño de "perfección".
Porque se puede ver q puede llegar a ser tan irritante q lo deja a 1 a punto pasa sobrellevar la cotidiana "imperfección" con cierto alivio.
¡Qué historia más genial!
¡Viva Santa Lucrecia, patrona de la República! :-)
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡VIVAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!
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