Hay familias policiales. Aquellas en las que los familiares que trabajan lo hacen de policía. Ahora, seguramente, tienen poco o nada de particular. Pero en la época franquista era distinto. Tenían un sabor, un tufillo, un algo que los singularizaban. Eran sobrios, sombríos, moralistas y tajantes. Vestían de negro o de gris predominantemente. Yo he conocido algunas de esas familias. Y no es que no tengan su corazoncito, lo tienen, pero encapsulados en un rictus de seriedad.
Os contaré un caso relativo a una de esas familias, residentes en el barrio de Salamanca. Compuesta por un matrimonio y dos hijos. Él pertenecía a una estirpe policial aunque no al cuerpo, sino que trabajaba en una exquisita y exclusiva tienda de caviares y ahumados de tan aristocrático barrio. Ella atendía a su casa y a un par de huéspedes estudiantes que tenían para ayudarse. Llevaba esta señora más de treinta años en Madrid y nunca o casi nunca había ido al centro, es decir a la Puerta del Sol y sus inmediaciones.
Frecuentaba la casa una hermana de él, que esa sí que era policía. Cuarentona, pelo corto, terno oscuro, sonrisa ausente y con una feminidad, paradójicamente, muy masculina. Que, a juzgar por lo que os voy a contar, ocultaba un alma romántica y apasionada, ya que tenía un secreto idilio con un compañero suyo de la comisaría en la que trabajaban.
Resulta que esta dama había sido presa de una gravísima enfermedad que por poco le cuesta la vida. Un atentado. Un homicidio en grado de tentativa. Un auténtico intento de asesinato. O si se quiere, una agresión que pudo terminar con su vida. Algo muy serio.
Después de arduas pesquisas se pudo saber lo ocurrido que os resumo a continuación:
La mujer de su amante parece que tenía sospechas de la infidelidad de su marido que se confirmaron al encontrar en un bolsillo de su chaqueta un preservativo, que a ella le constaba que tendría un uso que no compartiría. Podréis imaginar el ánimo de aquella mujer despechada. Y llena de ira sorda decidió vengarse de su rival, a la que seguramente no identificaba, pero eso no era un inconveniente para que fuera blanco cierto.
Tomó aquel condón y lo refregó por la erupción purulenta que su impedida madre tenía en la frente, dejándolo a continuación donde lo había encontrado sin decir ni una sola palabra a su marido del hallazgo.
Pasado un tiempo a la protagonista de esta historia se le declaró una gravísima infección, y costó un trabajo titánico curar al resultar imposible identificar su naturaleza y sobre todo su origen. Pero claro ¡eran policías! y consiguieron resolver el caso.
Dadas las delicadas circunstancias concurrentes, ese crimen quedó impune.
8 comentarios:
¡Madre mía!, cómo se las gastan en el barrio de Salamanca!!!
Toda una historia de Sherlock Holmes a lo latino.
Y al marido no le pasó nada? Pues si quería venganza del que debería vengarse es del marido, no? Pobre la otra...
Del marido no sabemos, aunque seguro que aumentaría el respeto hácia su legítima. Y es de suponer que si no el arma, por lo menos la munición la dejaría en la oficina, no fera a ser que la pillara en un descuido y le diera un pronto.
Yo la parte que no me imagino es cuando refriega el condón por la erupción de la madre, jajaja. La madre debía estar flipando.
Por otro lado, los condones suelen ir en sobrecitos estancos, que se nota si han sido abiertos. ¿Antes no era así, o es que el marido era tan burro que lo llevaba fuera del sobre?
¡Ya te estaba echando de menos socio! De los dos obstáculos que dices el primero se resulve pronto: "deja que te cure mamá" y antes de pasaerle el algodón con betadine le pasa la gomita "¿te molesta mamá?- No hija no, muchas gracias" Respecto al segundo no sé, pero tampoco me parece algo insuperable, quizás abriera el sobrecito, de haberlo, con vapor del agua de una olla hirviendo, como hacen para violar la correspondencia y luego pegándolo no sé con qué, con ymedio o con engrudo, no se, estamos hablando de hace cuarenta y cinco años y es difícil recontruir la tecnología de la época. Por otra parte, no sé, con las urgencias de la pasión no creo que se repare en detalles tan insignificantes, y una burda pegadura pudiera pasar desapercibida.
La historia está muy bien, pero sobre todo me encanta el dibujo!!! (¡Qué cara de determinación y mala leche!)
¡Es la cosa racial! Isa, que motiva mucho.
navegando navegando nosé como he llegado a parar aquí.. pero que grata sorpresa!
me encanta tu obra tomás.que calladito te lo tenías. estupendas ilustraciones.
chapeau.sin más
(fui alumna tuya el año pasado en dibujo II, beatriz la actriz me llamabas tu....)
un beso!!
Beatriz, te llamo actriz por la simple razón de que eres una auténtica actriz. Te deberías llamar Beactriz.
Me encanta que hayas recalado en es blog ¡que es el tuyo! Muchas gracias por tus piropos.
El curso parece largo pero se acaba fatalmente. Espero verte por aquí y por otros sitios.
Un beso.
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