Hay lugares con glamour como, por ejemplo, Siracusa. Mientras que otros no lo tienen, como Murcia.
Murcia significa tres cosas: ciudad, provincia y región. Antes la región tenía otra provincia y otra ciudad: Albacete, también escasa de glamour. Cuando Miguel Mihura tituló a su famosa comedia “Ninette y un señor de Murcia” indicaba que una joven hija de unos emigrantes españoles en Paris se enrolla con un español vulgar, casposo y de cualquier sitio.
Parece que no tienen suerte o acierto los modernos múrcianos, ya que uno de sus monumentos es el casino, y dentro del casino el lavabo de señoras, que parece que es un primor, aunque no pude verlo porque ahora está ese edificio cerrado al público por obras de restauración. Un murciano de pro, Valcárcel Medina, premio nacional de bellas artes, se ha negado a representar a la región en Arco, por estar en contra de Arco y de la representación regional. En mi opinión quién debió negarse y no lo hizo fue un artista, del que no miré el nombre, que se descolgó con una instalación sorprendente: al descorrer la cortinilla veo con asombro un catafalco en plan velatorio.
A pesar de muchas de estas cosas, o precisamente por ellas, yo tenía empeño en visitar Murcia ya que soy, como sabéis, amante de las paradojas, es decir de descubrir verdades y falsedades ocultas. Ya que una ciudad grande, bien soleada, y patria de uno de los personajes más importantes de nuestra historia, y no obstante totalmente desconocido para el común de los españoles, como es Ibn Arabí no me podría defraudar ¡y de hecho no me defraudó!
Precisamente Murcia y Siracusa tienen cosas en común. Son cunas de personajes muy ilustres, el desconocido Ibn Arabí y el conocidísimo Arquímedes. Y que las fachadas de sus catedrales no dan pistas del interior, aunque este es un rasgo mucho más corriente.
Cuando visitamos Siracusa una simpática guía nos dijo que de Arquímedes no queda más que el teorema, quería decir el principio, pero estaba claro. Es decir que no quedan ruinas monumentales más o menos deterioradas, ni esculturas, ni trozos cerámicos. Quedan libros, que están en cualquier sitio, que no suelen ser los originales sino transcripciones, reediciones, traducciones. Pero parece que queda algo, se siente, queda la ausencia, que a veces es más intensa que la presencia. Se supone que uno en ese sitio está iluminado por la misma luz que siglos atrás iluminó al famoso personaje.
Del famoso personaje murciano pocos saben de su existencia, y yo concretamente se que existió y poco más. Dicen las autoridades que su obra es fundamental, pero aún no me he tomado el trabajo necesario para que me conste, más bien lo intuyo. Pero se sabe que es un místico, lo que implica que es creyente, eso no me importa tanto como que es dominador de la metafísica, es decir de lo esencial del ser y de su periferia más inmediata y de cómo pensar para hacer converger lo divergente.
Se podría decir que en Murcia hay muchas ausencias. Porque no está sólo la ausencia del místico sufí. Se presiente Al Andalus pero no sólo no hay monumentos que lo atestigüen, tampoco hay ruinas. Tan sólo pudimos ver en las Clarisas un par de arcos apuntados y lobulados que descubrieron y restauraron en obras de reformas del convento. Dicen que la catedral se levantó sobre el solar de la gran mezquita, pero a diferencia de la de Córdoba no queda nada. También dicen que la torre oculta al alminar, pero, a diferencia de la Giralda no se nota, aunque recuerda la torre de la mezquita-catedral de Córdoba. Tampoco hay indicios del patio de la mezquita, conservados en Córdoba y Sevilla aunque pudiera estar en la explanada anterior a la catedral, limitada por el palacio episcopal las terrazas de los bares de enfrente y el edificio de Moneo, enfrentado a la catedral y que su autor se podía haber metido en el culo (por lo menos los planos debidamente enrollados)
En Murcia donde menos te lo esperas salta la liebre, sirva como ejemplo la magnífica editorial de arte que tiene el Colegio de Aparejadores. Por esta ciudad y por esta región da gusto pasear y puedes encontrarte a Ibn Arabí en las librerías en las que sigue vivo, como en Damasco, donde está su tumba que es donde los inmortales sobrviven precariamente cuando los siglos se precipitan sobre ellos.
2 comentarios:
Jeje, pues me parece que a nosotros se nos ha olvidado también comentar algo... ¡Imperdonable!
En fin, no sé qué decir, parece ser que Murcia está un poco olvidadillo, pero creo que hay otras ciudades/provincias que le ganan. Una es su vecina Albacete, y probablemente la palma se la lleva Teruel (que existe).
En realidad, Rubensan, todo tiene su gracia, aunque a unos les luce más y aotros menos. No entiendo mucho pero Albacete parece que tiene un casi homónimo en Albacet en Siria, de modo que aparte del evidente eje hispano-sirio de los -nada menos- que califatos ¡que son gobiernos mundiales! Córdoba-Damasco está el albaceteño mencionado.
Por otra parte Teruel es el paraiso mudejar, hay allí una famosa torre y otros monumentos de de ese raro estilo artístico que es el de los españoles musulmanes que conservan su identidad y trabajan para los españoles cristianos.
Pero es que eso tiene que pasar mucho en nuestro país, porque en un mismo lugar de la geografía física se han solapado dos o más lugares de la geografía política.
Un país medieval de una importancia enorme como Al Andalus queda eclipsado por una España moderna y ambos se sitúan en la antigua región romana llamada Hispania.
Por eso España es:
una, grande y más liada que la pata de un romano.
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