Este es el post nº 194 del Salterio.
Hogar es sinónimo de fuego y de casa. Del fuego en torno al que se reúne la familia para cocinar y para calentarse.
Hoy el fuego ha desaparecido de muchas casas donde se logra calor sin fuego. En mi casa el fuego es poco y está fuera. Está en el exterior en la moderna y pequeña caldera de calefacción de gas natural. Y hay casas que no tienen ni ese fuego de la calefacción porque es eléctrica.
En nuestra casa, como en tantas otras, se cocina sin fuego. Porque carecen de fuego la placa de inducción, el horno eléctrico y el microondas.
¿Y cómo calientan estos aparatos? Gracias a la energía eléctrica de diversas procedencias: la procedente de las grandes combustiones de la centrales térmicas; la de la transformación de la energía mecánica de los saltos de agua; la de de los generadores movidos por el viento; la obtenida directamente de las placas solares; la procedente de los temibles reactores nucleares.
Pero la energía eléctrica actúa de diversa manera en los distintos aparatos.
En las placas vitrocerámicas y en los hornos eléctricos se obtiene calor al pasar la energía eléctrica por resistencias, es decir, por cables que al ofrecer cierta resistencia al paso de la electricidad se calientan.
En las placas de inducción la cosa es aún más misteriosa, porque la corriente eléctrica activa un electroimán que cambia continuamente de signo y eso ¡lógicamente! le calienta el culo a las cacerolas y sartenes de hierro. Y con ese calor inducido se cocina. Pero si el recipiente no es ni tiene hierro ¡ni flores!
El microondas es, más que un horno, una caja donde se libera una energía electromagnética con una longitud de onda específica que tiene la cualidad de poner cachonda al agua, diríamos hirviendo, esté donde esté, formando parte de los alimentos, donde sea. Y si no hay agua no hay calor.
Todos estos sofisticados inventos tienen fortuna por esa manía de asepsia, simplificación y optimización energética que nos invade.
Hoy el fuego ha desaparecido de muchas casas donde se logra calor sin fuego. En mi casa el fuego es poco y está fuera. Está en el exterior en la moderna y pequeña caldera de calefacción de gas natural. Y hay casas que no tienen ni ese fuego de la calefacción porque es eléctrica.
En nuestra casa, como en tantas otras, se cocina sin fuego. Porque carecen de fuego la placa de inducción, el horno eléctrico y el microondas.
¿Y cómo calientan estos aparatos? Gracias a la energía eléctrica de diversas procedencias: la procedente de las grandes combustiones de la centrales térmicas; la de la transformación de la energía mecánica de los saltos de agua; la de de los generadores movidos por el viento; la obtenida directamente de las placas solares; la procedente de los temibles reactores nucleares.
Pero la energía eléctrica actúa de diversa manera en los distintos aparatos.
En las placas vitrocerámicas y en los hornos eléctricos se obtiene calor al pasar la energía eléctrica por resistencias, es decir, por cables que al ofrecer cierta resistencia al paso de la electricidad se calientan.
En las placas de inducción la cosa es aún más misteriosa, porque la corriente eléctrica activa un electroimán que cambia continuamente de signo y eso ¡lógicamente! le calienta el culo a las cacerolas y sartenes de hierro. Y con ese calor inducido se cocina. Pero si el recipiente no es ni tiene hierro ¡ni flores!
El microondas es, más que un horno, una caja donde se libera una energía electromagnética con una longitud de onda específica que tiene la cualidad de poner cachonda al agua, diríamos hirviendo, esté donde esté, formando parte de los alimentos, donde sea. Y si no hay agua no hay calor.
Todos estos sofisticados inventos tienen fortuna por esa manía de asepsia, simplificación y optimización energética que nos invade.
* * *
Por otra parte, resulta que me gustan mucho las castañas, con las que me peleo para desprenderles ese pellejito interior. Un día me dijo mi chica que se asaban muy bien en el microondas. Y efectivamente ¡se asan, o lo que sea, de puta madre! Y me paso el día yendo y viniendo al microondas.
A propósito de esto me hago la siguiente reflexión: si l@s castañar@s en vez de tener en el garito todo ese follón de fogón y sacos de carbón, además de los de castañas, tuvieran un simple microondas, que podrían enchufar donde enchufan la lámpara que tienen, sería la pura asepsia, economía y modernidad ¿no?
¡Ya se que no!, porque la imagen compasiva de la viejecita envuelta en el negro manto, blandiendo la espumadera e iluminada por el resplandor del fogón y cayéndole encima los fríos copos es una imagen que trasciende con mucho la fría tecnología del microondas. Y como, además, en torno a estos modernos electrodomésticos hace un frío que pela, tendría además que cargar con una estufa eléctrica y el ahorro instrumental iba a ser poco.
¡Dejemos todo como está! Salvo una cosa: Meted castañas en el micro, que están cojonudas ¡pero cuidado! no os olvidéis de hacerles una rajita, porque si no estallan.
1 comentario:
Todo lo que tenga que ver con el fuego me gusta mucho ya que soy de disfrutar al preparar en casa carne en mi parrilla con diversos fuegos. Con mis hornos electricos también preparo platos rápidos y sencillos.
Publicar un comentario